Sinopsis: Starfire, nave de la Patrulla Estelar, consigue aterrizar de emergencia en un planeta muy alejado de los zonas conocidas por los patrulleros y que no aparece en sus cartas de navegación.
Toda la tripulación superviviente se ve obligada a considerar dicho mundo como su nuevo hogar, pues la nave está destrozada y es imposible cualquier tipo de reparación. Hasta ese momento de necesidad vital, la tripulación había estado dividida en dos grupos separados: los oficiales y los exploradores. Entre estos últimos conviven no solo humanos, sino otras razas que son calificadas, con cierto desprecio, como bemmies (procede de BEM: Bug-eyed-monsters).
Pronto ambos grupos habrán de aprender a apartar su diferencias para poder sobrevivir en el nuevo mundo que de entrada les depara dos sorpresas: los animales autóctonos reconocen la vida humana y la Starfire no es la única nave que se ha estrellado en ese planeta...
Para cuando Andre
Norton publica por primera vez La
Patrulla estelar (Star Rangers o The last planet) en 1953, ya tenía una
buena cantidad de obras en el mercado, pues hay que tener en cuenta que esta escritora
comienza a ser editada en los años treinta y no en revista de género, una
fórmula muy habitual en la época, sino en editoriales y bajo forma de libros.
Este es el primer libro
que me leo de esta autora y he de confesar que no lo imaginaba así, pero me ha
sorprendido para bien. Acostumbrada como estoy a adorar la space-opera clásica
de autoras como Leigh Brackett y Catherine L. Moore, tenía la clara idea de que
Norton me iba a ofrecer más dosis de este mismo de ciencia-ficción trepidante y
llena de acción, plena de sentido de la maravilla, no en vano había dos
condicionantes para hacerme pensar así: el primero, que la misma Norton adoraba
a las otras dos damas de la space-opera citadas y el segundo que ella llevaba
la etiqueta (odio estas cosas) de autora de ciencia-ficción primaria para
público juvenil. Sin embargo, para mi gran regocijo, Norton no solo creó con su
Patrulla estelar una entretenida novela de acción galáctica, sino que también
la dotó de una profundidad reflexiva, de una crítica social que ahonda en dos
temas muy recurrentes en gran parte de su obra:
-El outsider o marginado social, que no es
aceptado por la sociedad más convencional. En esta novela representado por el
grupo multiracial de los exploradores. Tengo debilidad por este tema, yo misma
como autora suelo usarlo en mis historias.
-Su rechazo hacia la
tecnología abogando por un mundo más sencillo y en el que la naturaleza cobre un
papel más preponderante. Otro tema que me llega al alma.
Es esta una historia
sencilla, contada desde el principio con Kart, jefe de exploradores como
protagonista principal. Pese a ser humano, Kart profesa una amistad
incondicional hacia sus compañeros bemmies de distintas razas: los reptilianos
zacatanos, los seres-pájaros trystianos, los faltharianos... Todos ellos seres
de un gran potencial sensitivo y telepático, como le pasa al propio humano
Kart. Este grupo de amigos exploradores deberán luchar una batalla contra el
arturiano Joyd Cummi y el régimen dictatorial que ha instaurado. El propio
Cummi es parte de la tripulación de una nave civil que como la Starfire cayó en el nuevo y desconocido
mundo. Cummi y sus partidarios más afines controlan al resto de los
supervivientes de la nave que ahora habitan una abandonada ciudad, altamente
tecnológica. Aunque, desde luego, la ciudad, no es la única sorpresa que nos
depara este planeta.
Como ya he dicho, es
una historia que se lee rápidamente con una prosa sencilla que nos ayuda a
conocer a la perfección la profundidad de los personajes y al mismo tiempo nos
brinda acción al estilo de la más pura y atractiva novela del oeste (Norton
adoraba las novelas de western). Acompañamos a Kart y el resto del grupo en el
viaje de exploración de este mundo que en principio se nos antoja virgen y
salvaje, como el oeste norteamericano, pero que pronto nos va a ofrecer mucho
más.
Es también un canto a
la integración, algo que me ha llamado la atención poderosamente y me ha hecho
admirar más aún a esta autora. Hay que tener en cuenta, de nuevo, el año de
publicación de la novela 1953, y fijarnos más aún en el momento histórico de
EEUU, patria de Norton, pues están a punto de entrar en juego con fuerza los
movimientos por los derechos civiles de los afroamericanos (concretamente se
considera que comienzan 1955 con el incidente protagonizado por Rosa Parks, el
boicot de los autobuses Montgomery). El hecho de que Norton defienda esa unión
de razas en su novela, es algo de elogiar. Además, me ha traído a la memoria a
mi querida serie clásica Star Trek
que habría de nacer más de diez años después de esta gran novela.
Por supuesto, como
antes indique, también me ha enamorado la crítica que la autora vuelca contra
lo puramente tecnológico, lo mecánico, alejado de todo lo natural, del alma
humana más exploradora y aventurera, ávida de abrir nuevas fronteras y no
estancarse en ciudades frías sin un futuro abierto a viajar más allá, descubrir
nuevas fronteras. Sí, lo sé, esto también es muy de Star Trek.
Solo puedo terminar
diciendo que desearía ser un bemmy más del grupo de exploradores, como desearía
ser una marciana del Marte de Brackett o compañera del genial Northwest Smith.