Capítulo cinco de Samidak

jueves, 17 de septiembre de 2015

Hola a tod@s, pues ya estamos en pleno septiembre y después de unos días de mucho trabajo, toca subir al blog el quinto capítulo de mi novela Azul, el poder de un nombre. Samidak.  Es el penúltimo que voy a subir al blog. Como ya anuncié (vuelvo a repetir este mensaje, lo siento si resulto pesada), cada mes publicaré un capítulo para ir abriendo el apetito lector, hasta que en octubre sea publicada ya al fin como libro (editorial Éride).  ¡Santo Cielo! apenas queda un mes para que ya mi novela salga publicada y a la venta. De todas maneras, todo aquel de vosotr@s que lo desee, puede mandarme un mail con su dirección postal y le haré llegar, de manera gratuita, la revista publicitaria de mi novela, donde aparece el adelanto de los seis primeros capítulos que voy a ir colgando aquí mismo. Siempre es más cómodo leerlo en papel, así que os invito a que os animéis a pedirme esta publicidad de mi libro. ¡Disfrutad de la lectura!





CAPÍTULO CINCO. EL CAPITÁN LÁZARUS

El capitán Lázarus Roberts se despertó muy contento aquel día. Y el motivo no era la mujer con la que había pasado la noche y que aún dormía serenamente en la cama. Aquella belleza rubia, la sargento Mercis Eagle, había sido una de sus conquistas más arduas. Le había supuesto más de dos meses de constante persecución hasta que cayó al fin bajo los encantos del capitán. No estaba acostumbrado a dedicar tanto tiempo a una mujer. El era un conquistador nato, podía conseguir con facilidad a toda la que se propusiera. Su vida sentimental era intensa y frívola, no se veía forzado a cumplir con una mayor moralidad al respecto. Tampoco prometía a sus amantes otro trato del que les daba. No tenía porqué aceptar los reproches de nadie en ese terreno.

Pero ese día no eran sus éxitos amorosos los que le rondaban la cabeza, sino sus planes a corto plazo de disfrutar de unas merecidas vacaciones después de meses de complicadas misiones a cargo de la nave Andante. Ahora le tocaba planificar sus días de ocio. Cabía la posibilidad de perderse por tierras de Calendi, un planeta que siempre le ofrecía lo que él deseaba de unas buenas vacaciones: bellas mujeres y deportes de riesgo. Todo ello bajo una discreción absoluta. Era un sitio idóneo para pasar desapercibido y a la vez sentirse como un rey. Además se ajustaba a su presupuesto, en el último año había gastado demasiado y sus fondos no estaban en las mejores condiciones. Calendi era un destino más que atractivo.
Y no sólo le hacía feliz verse en sus prometedoras tierras, también se sentía animado ante la posibilidad de que la Flota federativa le entregara a la vuelta el mando de un crucero espacial más grande. Había trabajado duro los últimos meses y había guiado bien a la Andante en las tareas acometidas. Sólo era cuestión de tiempo que la Federación le entregara el mando de un crucero estelar. Así se lo había hecho saber el almirante Drey Dralano.
-Sigue así, muchacho, y en poco tiempo serás capitán de una barcaza mayor, te lo aseguro.
-Nada me gustaría más, señor.
-No me cabe duda, pero no tengas prisa, aún eres joven, necesitas acumular más experiencia.- Lázarus se resignaba de momento, consciente de que su juventud jugaba en su contra, sólo tenía veintisiete años y era el capitán más joven de la Flota. La Federación precisaba de nuevos capitanes para cubrir las bajas y jubilaciones, no era tarea sencilla dar con un buen oficial. Pero a la Federación tampoco le agradaba acelerar el proceso de nombrar al capitán de una nave importante. Había mucho en juego si se fallaba con un nombramiento semejante. Aunque él sabía que el momento se acercaba, la Federación no habría de esperar mucho más para entregarle el mando de un crucero como la Ícaros o la Cassandra II. Se le antojaban que aquellas serían sus últimas vacaciones a cargo de la Andante. Echaría de menos una nave tan rápida y fiable, pero no podía dejar de soñar con acariciar el puente de navegación de un gran crucero.


Sus vacaciones aparecían como la promesa de que algo bueno estaba a punto de pasarle, lo presentía, aunque no podía explicarlo. Y esa sensación le hacía sentirse más que animado. El único inconveniente era que antes de perderse en Calendi, debía de atender un requerimiento de la Federación en Verbace. Una simple visita oficial, como experimentado capitán de la Flota. Tenía que viajar hasta ese planeta para hablar de su trabajo ante los oficiales federativos que velaban por la seguridad de Verbace. Debería narrar sus misiones a simples novatos o a políticos de la Federación, como el gobernador del planeta o algún cónsul.
Además, Verbace no era un planeta que le resultara atrayente. Era un lugar demasiado bullicioso hasta para su gusto; asaltado por miles de turistas a diario que peregrinaban hacia allí como si fuera el paraíso. Un sitio para pasarlo bien con su enormes complejos de juego y ocio, pero para las apetencias de Lázarus demasiado poco sofisticado y muy masificado.
No le quedaba más remedio que empezar a arreglarse para dirigirse al puerto, no quería llegar tarde a su cita con Verbace. El espejo del baño le recordó que la noche anterior no había dormido demasiado. Bajo sus ojos de una castaño claro se perfilaban unas ojeras, nada que no pudiera hacer desaparecer la ducha hidroreparadora de aquella habitación. Su aspecto luciría fresco y saludable al momento, mostrando las facciones atractivas en un rostro perfectamente tallado.

Su belleza natural era innegable, algo que llevaba en los genes, herencia de su madre. Su cabello de un negro acentuado respondía al mismo tono que el de su padre. Si bien en él su corta melena, alejada de los cortes de pelo más exiguo y serios de otros capitanes, destacaba sobre manera. Además, él se había preocupado por mantener su cuerpo firme y musculoso. No era de extrañar que su presencia llamara la atención allí donde acudiera. Impresionar a la gente era algo a lo que estaba acostumbrado.

Tras una buena ducha, vistió su traje de gala de capitán, una levita azul marino adornada con botones dorados y las condecoraciones propias que Lázarus había cosechado en sus misiones. Acompañaban al conjunto unos pantalones negros de pinzas y unos zapatos también negros y recién lustrados. Se acopló su gorra de plato y se despidió de su propio reflejo en el espejo antes de recoger su escaso equipaje y dirigirse al puerto. No se molestó en decir adiós a Mercis Eagle.

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En el puesto central de seguridad de Verbace había más alboroto que de costumbre aquel día. Los oficiales al mando no dejaban de comentar que el canciller de la zona iba a estar en persona en la gran fiesta de la Consagración de aquel año. Normalmente no dejaba de ser una festividad más en aquel planeta moldeado para todo lo festivo. Pero nunca, hasta aquel año, se había preparado con tanto esmero la fiesta. Prometía ser un gran espectáculo con un enorme derroche de fondos por parte de la Federación. Todo para celebrar el cincuenta aniversario de aquel gran complejo turístico. Sería un festejo para no perderse, porque además de los mecanismos habituales que se pondrían en juego, acudirían numerosas personalidades de la Federación. Ese tipo de celebridades y gentes distinguidas con las que no estaban acostumbrados a encontrarse los simples guardias de Verbace.

-Dicen que el capitán Lázarus Roberts está invitado.- comentó una de las oficiales más jóvenes mientras mostraba una sonrisa abierta y cómplice al resto de los presentes.

-¡Lázarus Roberts! es sólo un pretencioso como todos los persolianos. No sé cómo se ha ganado la fama de buen capitán.- escupió con suspicacia el cabo Sométer que hasta entonces había estado jugueteando con los mandos de la consola del sector siete, sin prestar gran atención a la amena charla del resto de oficiales. Pero en cuanto escuchó nombrar a aquel capitán, saltó como un resorte sorprendiendo a los demás.

-¿No será que estás celoso de no ser la mitad de atractivo que él?- comentó el cabo Dimitrius con una sorna que no se molestó en encubrir. Sométer le cruzó con una mirada salvaje capaz de hacer temblar a muchos hombres. Dimitrius advirtió lo mucho que había metido la pata y se amedrantó, pensaba que Sométer iba a liarse a puñetazos con él allí mismo. Pero el cabo sólo le atacó con unas palabras:
-Cuanto te robe a tu querida novia, seguro que no tienes ganas de burlarte de nadie.- El ambiente distendido del puente se congeló en un instante. Justo entonces la sirena anunció la llegada del capitán Erkines Maltés. Cada uno de los oficiales se apresuró a adoptar una postura que indicara que estaban atentos a su puesto de trabajo. La cháchara sobre la fiesta cesó como si nunca hubiera existido, así como cualquier comentario sobre el capitán Lázarus Roberts. El capitán Maltés venía acompañado de Azul, lo que ya no causaba desconcierto alguno.

Si bien a los oficiales más veteranos de Verbace les había sorprendido la decisión del capitán de nombrarla sargento y primer oficial, dando el relevo al anterior en el cargo, Sirvi Tarmar, un curtido oficial federativo. Azul era aún inexperta, o así la veían muchos considerando su juventud y que llevaba poco más de dos años en servicio, los mismos que cumplía como oficial en Verbace. Se hacía difícil verla como la mano derecha del capitán, su persona de confianza para quedarse al mando de toda la seguridad del planeta cuando Erkines no estuviera presente. Se suponía que ese cargo de privilegio en la guardia de Verbace le correspondería al cabo Sométer, que, sin embargo, tuvo que ver como una novata le quitaba el puesto.

Sométer era un guardia más que veterano para los cánones de Verbace, sólo él y Erkines llevaban más de diez años ocupando sus puestos en aquel planeta. La mayoría de los oficiales que pasaban por allí preferían, siempre que podían, no hacer más de dos o tres servicios. Había misiones más interesantes en los territorios federativos para ser atendidas. Además el sueño de todo oficial era formar parte de la tripulación de un crucero estelar de la Flota. Sométer también había codiciado semejante puesto, pero la Flota le había catalogado tiempo atrás como "no capacitado", siguiendo los resultados de sus exámenes previos. Relegado al servicio terrestre en un planeta como Verbace lo único que podía ambicionar era el grado de primer oficial al mando.
Pero ese honor le fue robado por una joven de la que nadie apenas sabía nada, se decía que su planeta de origen era desconocido, aunque había recibido formación militar en Zahirus, algo más que desconcertante. Era tan extraña como extraordinariamente hermosa. Poseía una belleza tan singular, que se hacía imposible observar sus intensos ojos azules sin sentirse cautivado. Muchos eran los que se veían obligados a desviar la mirada, incapaces de mantener los ojos en ella. Se antojaba como contemplar un fantasma, un ser irreal, parecía imposible admirar una belleza tan pura sin sentirse perplejo.

Ella misma se sabía consciente de su propia naturaleza y del modo en que los demás la miraban de reojo. Desde que alcanzó la plena juventud su físico había experimentado un cambio notable, se le hacía complicado esconder ante los demás sus formas esculturales y sus cautivadoras facciones. Fuera de Zahirus todo era más complicado. Los zahirianos se regían por emociones básicas y la veían físicamente como una más. Pero en cuanto se incorporó a la Federación como oficial se le hizo patente como era admirada y envidiada por su físico. Se le antojaba una suerte que el poco favorecedor uniforme de la Flota ocultara sus formas. Además, siempre que la normativa no se lo impedía solía camuflar sus ojos tras unas gafas de cristales oscuros y disimular su radiante melena bajo la gorra militar con un recogido.

Sométer había sido uno de tantos embelesados con su hermosura. Pero ella había rechazado sus halagos e insinuaciones. Sométer sospechaba que Azul había engatusado al propio capitán Erkines y por eso éste le había concedido tantos privilegios. Pero ella estaba al margen de todo eso, no mantenía ningún tipo de relación amorosa con nadie, ni parecía estar interesada en ello, poseía un carácter extremadamente introvertido. Era raro verla relacionarse en Verbace con alguien más que el capitán Erkines o el cónsul Kritias, y siempre de una manera fraternal.
Más que el físico de Azul, al capitán Erkines le atraía de ella su capacidad resolutiva. Así como admiraba su experta formación de combate. Dentro de la Federación era raro encontrar un auténtico guerrero, se prefería que los oficiales usaran su inteligencia en artes más nobles. Pero el capitán Erkines era un romántico, adoraba la lucha con espada, una disciplina tradicional que sólo se potenciaba en unos pocos planetas federativos, como Zahirus. Ni siquiera los zahirianos la usaban en sus batallas o combates reales. El arte de la espada estaba relegado al simple entrenamiento, un deporte marcial para fomentar la formación militar. Sólo pueblos más salvajes como los cthulkugs portaban armas blancas en sus enfrentamientos. Se creía que los pélagos seguían adorando el uso de la espada, pero la Federación no tenía una clara constancia de ello, hacía muchos años que no tenían contacto alguno con el Imperio Pélago.

Ver ejercitarse a un buen esgrimista era un espectáculo inigualable para Maltés. Azul danzaba con la espada de una manera tan estética e íntima que pareciera que ella y el arma fueran un sólo ser indivisible. El capitán Maltés se había batido con ella en varias ocasiones mientras entrenaban en el gimnasio, pero jamás había estado cerca de ganarle. Apenas era capaz de mantener combate con ella más de cinco minutos. En realidad, nadie podía.
Sométer se tuvo que tragar su orgullo cuando cayó de bruces, tan grande como era, al enfrentarse a ella en un combate de entrenamiento. Y esa era otra de las cosas por las que Sométer despreciaba a Azul, aquella mujer tenía más fuerza y destreza que cualquier oficial de la base. De hecho poseía más que todos los oficiales juntos, por mucho que a la mayoría no le gustara admitirlo. No era de extrañar que por todo ello, así como por su carácter asocial no contara con muchas simpatías entre los oficiales de Verbace. La admiración que despertaba se mezclaba con una fuerte envidia, alejando a la gente de ella. A Azul tampoco le importaba demasiado, no necesitaba a nadie para sentirse bien, estaba acostumbrada a la soledad. Además en Verbace contaba al menos con la amistad férrea de Kritias y de su capitán, un cariño mayor que el que había recibido en otros rincones de la Federación.
El capitán Erkines fue recibido con un sonoro saludo por parte de los oficiales del puente, el mismo saludo que transmitieron a Azul pero con menos sonoridad. Estaba familiarizada con ese tipo de trato, prefería ignorar que muchos oficiales no eran nada corteses al dirigirse a ella. Tras años con los zahirianos se había habituado a ser recibida con un trato frío y militar, aunque los ciborgs nunca le transmitían la energía negativa con la que solían recibirla el resto de oficiales de Verbace.

El capitán echó un vistazo general al puente y a sus oficiales. No se sentía muy contento con lo que veía. Sométer y el resto de los guardias no eran los oficiales más prometedores de la Federación. Eran poco inteligentes, no muy respetuosos y un tanto perezosos. Pero Erkines estaba acostumbrado a tener a gente así bajo su mando. Verbace era un destino que nadie solicitaba por gusto. La Federación recurría a oficiales novatos o faltos de talento para cubrir los puestos de guardia de aquel planeta.
Azul era una excepción. La Federación la había confinado en semejante destino sabiendo que un ser ajeno como ella no podría hacer mal en Verbace. Ocuparía un puesto poco relevante y sencillo de desempeñar, ideal tras su formación militar en Zahirus. Verbace estaba muy lejos de ser el centro neurálgico de la Federación, su importancia como planeta era mínima en el orden general. El lugar perfecto para acomodar a alguien como Azul. Ahora que era una persona adulta y responsable, los altos cargos federativos que aún se sentían incomodados por su naturaleza desconocida, ya no podían moverla de orfanato en orfanato. Los zahirianos, al parecer, habían conseguido dominar su carácter arisco y rebelde y la habían convertido en un miembro provechoso dentro de la sociedad. Pero muchos aún desconfiaban de ella.

El capitán Erkines se sentía disgustado al ser testigo de cómo la Federación relegaba a alguien brillante como Azul a un puesto mediocre. Una oficial como ella podía ser más útil y sobresalir en misiones de gran importancia. Pero nadie en la Flota atendía a sus informes sobre ella, ni daban crédito a sus recomendaciones. Hacía tiempo que el capitán había exigido al almirante Hellmand una explicación de por qué Azul no era destinada a otro lugar que no fuera Verbace. El almirante, que siempre se había caracterizado por ser un hombre cordial y afable en su relación con Erkines, se limitó, en ese caso, a mandar un escueto mensaje por el intecomunicador:
-El destino de Azul es Verbace y nunca será otro.- Después de escuchar aquello y conociendo parte del expediente secreto de Azul, la lógica militar de Erkines le hizo comprender que no debía insistir más en el asunto.
Por otra parte, aunque la Federación decidiera desperdiciar el talento de Azul, él podía usarlo en Verbace, aunque fuera en tareas de categoría menor.

-Sé bien que todos ustedes están ansiosos ante la fiesta de la Consagración.- dijo el capitán aquella mañana dirigiéndose a los oficiales del puente.- Todos han solicitado permiso para acudir, pero como comprenderán, algunos de ustedes han de quedarse de guardia. Sométer, usted habrá de estar al mando ese día de esta sección junto con la cabo Kattalia.- Sométer torció el gesto contrariado. Había deseado poder asistir a la fiesta aquel año, no esperaba que el capitán le arruinara sus planes de diversión. Pero prefirió no decir nada.
El capitán se despidió de todos de la misma manera concisa con la que les había saludado y salió del puente seguido de Azul. Ella aborrecía las fiestas de Verbace. Se sentía estúpida y fuera de lugar cuando el capitán la obligaba a hacer acto de presencia en alguna de estas celebraciones. Confiaba en que durante la Consagración el capitán no le reservara el papel de relaciones públicas o algo por el estilo. Esperaba librarse del evento estando de guardia. Meditaba la idea cuando se vio golpeada por las palabras del capitán:
-Espero que usted me acompañe en la fiesta de la Consagración, necesito de mi primer oficial como apoyo a la hora de tratar con los invitados más ilustres.- Erkines pronunció estas últimas palabras con sorna. Sabía que a la fiesta de ese año iban a acudir muchos altos funcionarios, y otras personalidades importantes dentro de la Federación. El tipo de personajes con el que nunca se sentía a gusto. Tener cerca a Azul para compartir semejante tediosa labor, le hacía sentirse más relajado. Sabía que ella misma tampoco se encontraba bien en el ambiente de las fiestas, pero debía ganar experiencia en ese tipo de desempeño. Era probable que en el futuro Azul ocupara en Verbace el puesto del capitán Erkines.

-¡Vamos, no ponga esa cara de desdicha! Quizá esta fiesta no sea tan insufrible como otras. Tal vez hasta conozca usted a alguien interesante. Creo que le convendría relacionarse más con la gente, ampliar su círculo de amigos... ya sabe.- Erkines no podía dejar de sentirse como un anciano padre al aconsejar de aquella manera a Azul. Pero le preocupaba bastante que la joven no tuviera amigos entre el círculo de oficiales de Verbace. En realidad tampoco parecía tenerlos en cualquier otro ambiente. Por lo que él podía saber no mantenía ningún tipo de relación con nadie, ni sentimental ni de amistad. Tan sólo solía tratar con el cónsul Kritias y con él mismo. Una joven tan dotada y tan hermosa no tendría por qué tener problemas para acercarse a los demás. El capitán Erkines nunca había sido un gran experto en relaciones humanas y emociones, su pensamiento estrictamente marcial le hacía sentirse torpe manejándolas. Él se caracterizaba por ser una persona flemática y reservada. Era poco diestro a la hora de tratar una situación como aquella. No sabía muy bien cómo ayudar a Azul y hacer que se sintiera mejor.
-Lo más aconsejable que puede hacer es buscarse un bonito traje para la ocasión. No se le ocurra venir con su uniforme militar de gala como la última vez. Póngase guapa y trate de disfrutar del momento.- las últimas palabras salieron de la boca del capitán sin control, se sintió un tanto ridículo al pronunciarlas. Azul le miró con un grado de desaprobación en sus ojos. Estaba dispuesta a acudir a la fiesta de la Consagración si no había más remedio, pero no se pondría ningún vestido, ni por el capitán, ni por nadie.

  

14 comentarios:

  1. ¡Hola!
    Ese duelo de esgrima y las impresiones del capitán sobre su rival se me quedaron grabadas en imágenes en la cabeza cuando lo leí... :P Qué ganas de saber más de Lazarus y de Azul... Y del resto.
    Saludos y mucho ánimo.

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    1. ¡Hola, simpático! ¡Si supieras las ganas que tengo yo de que vayas conociendo a más personajes y toda su historia!.. Espero que disfrutes de su lectura llegado el momento, que ya está aquí mismo. Besos

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  2. ¡Hola, guapa! Cada vez está más cerca todo... ¡Qué ganas de conocer la historia completa!
    Un besazo.

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    1. ¡Hola, maja! Ojalá te guste y no te defraude, ya no queda nada... Gracias por tu apoyo. Besos

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  3. No quiero leer nada, lo quiero leer todo jusnto aunque si te digo la verdad un ojillo sí que le he echado jajaja, me pongo en cuanto llegue a España que tal y como están las cosas no sé cuando será :) Besos :)

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    1. ¡Hola, simpático! Pues espero que no te aburra mi historia y sobre todo que pronto estés de vuelta y te disfrutemos en tu genial blog. Besos

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  4. Hello¡¡¡¡¡¡¡¡ yo ya he leído este capítulo (me lo mandaste como avance)... ya sólo me queda leer la historia al completo para darte una opinión general¡¡¡ el problema de leer capítulos sueltos es que hay que releer los anteriores para no perderse¡¡ la historia es fabulosa y original... qué te digo¡¡¡ esperando a que salga completo¡¡¡ besosssssssss¡¡¡¡

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    1. ¡Hola, guapo! Tengo enormes ganas de que leas la historia completa y me des tu opinión, ojalá te guste, sería un honor para mí, teniendo en cuenta el tipo de lector que eres de género fantástico. Besos

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  5. Hola :) Ya sabes que no leo los avances pero yo entro igualmente a realizar la visita de rigor. Realmente me encantan las imágenes y tengo muchas ganas de leer toda la historia. Un besin^^

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    1. ¡Hola, simpático! Muchas gracias por tu apoyo. La verdad es que las imágenes son ajenas a mi novela, las cojo de internet según la escena que relato. Pero dentro de poco podrás leer entero mi libro, ojalá te guste. Besos

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  6. ¡Hola!
    Que chulo, que ganas de verlo todo completo.
    Un beso

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    1. ¡Hola! Ya no queda nada para verlo. Gracias por tu apoyo. Besos

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  7. Hola, me quiero hacer con el avance porque lo que he leído por acá me gusta bastante, pero soy de México, no sé si sea viable enviarlo para acá, sale muy caro, según me parece. Te deseo lo mejor con el, mucho éxito en el siguiente mes:)

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    1. ¡Hola simpática! Claro que te lo mandaré con gusto, aunque me cuesto unos "duros" extra. Como escritora apasionada busco lectores más que beneficios, jajaja. Me meto en tu blog para pedir bien tu dirección postal. Mil besos y gracias por tu apoyo

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